20 marzo 2011

La compasión y la paciencia Zen






Imperturbable, estóico, sosegado, la compasion acerca y humaniza 

Compasión es comprender el sufrimiento de los demás y darles una solución. Es el espejo brillante de zazen. En zazen podemos ver nuestro propio sufrimiento, nuestros fallos, deseos y apegos. Observamos nuestro contenido mental y físico sin apegarnos a él. Lo dejamos pasar.  Los pensamientos  entran y salen, no tienen una forma propia que nos permite decir soy 'yo' que sufro o que soy feliz. Este contenido depende de causas y circunstancias innumerables que no hemos dirigido, que en verdad no dependen de nosotros, pero son inevitables.

El principio de la práctica del Zen es no confundirse respecto a la verdadera realidad. Las cosas son tal como son, no son las opiniones que tenemos sobre ellas.
En zazen nos despojamos del cuerpo-mente y dejamos que aparezca la intuición de la 'cosa real'. Esta intuición se desarrolla como sabiduría dirigida hacia todos los seres, no solamente manifestándose con las palabras -que van a ser interpretadas también por los demás-, sino más con las acciones y un comportamiento digno.
Sin palabras está mejor. Otra vez una sonrisa, una caricia nos hace comprender que todo está bien, que no hay peligro, que las cosas son así tal como son.
El zazén es el que reconcilia las condiciones diarias de vida ordinaria con lo más profundo. La postura es natural, la respiración tranquila, los ojos están abiertos… es como si estuviéramos sentados en el autobús. Cuál es la diferencia. Dónde está la diferencia. El Maestro Dogen lo explica en el Fukanzazengi, donde dice una frase muy importante: “giren su luz hacia el interior.” ¡Solamente esto! Cuando se gira su luz al interior -no puedo decirles cómo pero se enterarán de esto haciendo zazen; - cuando se gira la luz al interior, entonces el mundo interior y el mundo exterior no están separados, todo se vuelve el espíritu. Todo se unifica.

 la compasión en el Zen . Bárbara Kos.







  




La alegria sería pues el antidoto de la pena, el poder de vencer la pena (como todos sabemos) y la alegría tiene que ver con un modo de vida que en el paleolitico supuso un cierto discurso de trascendencia (la invención de un Dios)

reencontrado a partir de la empatía, es decir de la identificación con la pena del otro,  el prójimo que nos redime con su dolor y que nos permite ayudarlo (ayudándonos a nostros mismos a ser mejores) con la posibilidad de sanarla o aliviarla a través de la cooperación, del consuelo y de la compasión.