Javier Montes/Madrid
Es difícil entender la rareza intrínseca de ARCO y anticipar sus avatares futuros si uno olvida que el evento no nació para cumplir una oferta, sino para crear una demanda. Porque en 1982 en España no había, la verdad, un mercado de arte que alimentase a una feria de este tipo. Faltaban coleccionistas particulares, faltaban colecciones corporativas, instituciones públicas y museos con presupuesto para compras. El Reina Sofía y el Santa Mónica no se inauguraron hasta 1988. El IVAM y el CGAC, un año más tarde. Y hubo que continuar el artículo
Es difícil entender la rareza intrínseca de ARCO y anticipar sus avatares futuros si uno olvida que el evento no nació para cumplir una oferta, sino para crear una demanda. Porque en 1982 en España no había, la verdad, un mercado de arte que alimentase a una feria de este tipo. Faltaban coleccionistas particulares, faltaban colecciones corporativas, instituciones públicas y museos con presupuesto para compras. El Reina Sofía y el Santa Mónica no se inauguraron hasta 1988. El IVAM y el CGAC, un año más tarde. Y hubo que continuar el artículo