Excavar en el desierto para encontrar agua fresca,
despertar los caballos salvajes,
mirar volar las aguilas.
Poner pimienta
y sal
y azúcar,
y mecer los sueños.
Reseguir la línea de lo bueno olvidado
y retomar caminos con sol brillante
y así dar con el manantial de la alegría.
Y volver a respirar a fondo,
para saborear las cosas nitidamente
y ver todo sin sombras, con claridad chispeante
para luego seguir caminando.